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Son más las veces que saqué turno para ir al médico que las que efectivamente fui. Y todas esas veces de rateada al control de la salubridad fueron siempre sin previo aviso. Una guacha, jamás llamaba para cancelar los turnos y después no volvía nunca más porque me daba vergüenza que la gente me mirara diciendo encubiertamente "mirá, ahí va la irresponsable, la vaga, la paciente que no tiene respeto". Un delirio, ya sé.
Hoy que a él se le ocurrió llamarme para invitarme a la playa yo tuve la amabilidad de llamar al secretario de mi dentista y pasar el turno para la semana que viene. Como en una cursi comedia romántica, cómo el amor lo cambia todo ¿no?
*Digital Print de Sandra Ramos