Me gusta pensarlo como un acertijo casi imposible de resolver. Son ganas nuevas y con una intensidad de casi realidad. Decimos ¡Melibé quiere un papi! Quiere cenar con un varón de unos cuarenta y tantos. Quiere vestirse para coquetearle, pensar en cada músculo de sus labios al sonreírle. Quiere caminar junto a él y que el señor se pavonee. Le quiere creer cuando le dice que es invencible, cómo no creerle si llegó hasta este texto. Quiere pesquisarle tonos de ególatra perverso. Quiere que le cuente su antología. Quiere verle la piel curtida y ser su princesa.
No se anima del todo la purreta y se usa en tercera persona. Qué tonta. Tonta tonta tonta.